Ana Lugones
Bendiciones a todos.
Ante todo, quiero darles las gracias por habernos acompañado, o por seguir acompañándonos, en este momento en el que le decimos hasta pronto a mi mamá.
Todas las madres son especiales, pero hoy quiero hablar de la mía —de la nuestra— quien fue, es y siempre será la mejor mamá del mundo. También fue una gran esposa, suegra, abuela, hermana, tía, prima y amiga. Mi mamá era de esas personas que, donde llegaba, dejaban huella. Era generosa; daba incluso lo que no tenía. Siempre llena de amor, ternura y humildad. Siempre alegre, dispuesta a ayudar, con una sonrisa que contagiaba a todos. Hablaba con quien se le acercara —o incluso con quien no— y se reía con todos. A veces me decía:
"¿Será que la gente me ve como una payasa porque todo el mundo se sonríe conmigo?"
Y no, no era que fuera payasa… era que ella llevaba la alegría en el alma. Su luz, su risa y su cariño llenaban cualquier lugar.
Fue una de nueve hermanos y la última “Manfut” en partir, como le decían en Nicaragua —la Mimito, la última guerrera, la Manfut. Y sí, fue una verdadera guerrera. Al llegar a este país, mi papá se nos fue tres años después, y ella se quedó con cuatro hijos aún jóvenes. Con fuerza, fe y amor, nos sacó adelante… e hizo un gran trabajo. Y hasta el último momento luchó y se preocupó por cada uno de nosotros. Gracias Mami
Todos tenemos más de una anécdota con ella. Compártelas si pueden, y si no, llévalas siempre en su corazón. Recuérdenla como era: una mujer de valores, de una persona que ama a su familia y siempre mantuvo unida, de profundo amor y fe en Dios y en la Virgen Santísima. Su devoción por la Inmaculada Virgen María era inmensa.
Cuando llegue este diciembre, y vayan a las Purísimas acuérdense de ella y digan:
"Cómo extraño las purísimas de doña Nydia especialmente el cacao."
Dios la llamó para tenerla a su lado, y aunque la extrañaremos profundamente, sabemos que está en un mejor lugar, sin dolor y sin sufrimiento. El cielo hoy está de fiesta con su llegada, cantando “El Rey” junto a mi papi y mi hermano Edgar, a quienes también extrañamos con el alma.
Su recuerdo vivirá eternamente en nuestros corazones.
Aunque me duele profundamente que ya no esté, siento su amor acompañándome.
Mami, fuiste un ejemplo, mi refugio, mi orgullo y mi alegría.
Gracias por tus abrazos, tus palabras sabias, y por el amor tan puro que siempre me distes a mi a toda tu familia y cada una de las personas que te conocian.
Te extraño cada día… pero también celebro haberte tenido como madre.
Desde el cielo, sé que sigues sonriendo y cuidándonos, y eso me da fuerza para seguir.
Y a quienes todavía tienen a su mamá, su familia disfruten cada momento, vivan el dia a dia, Compartan. Construyan recuerdos.
Porque al final, eso es lo único que nos queda.
Como ella siempre me decía:
"El hubiera no existe.", es hoy y no mañana
Hasta pronto, mami.
Te queremos mucho, mucho.
Y YO MAS!!!!



